Delicias al plato: el valor nutricional de la gamba en la cocina tradicional y la reinvención del sándwich mixto

En la gastronomía española, pocos productos ostentan la versatilidad y el reconocimiento de la gamba, un crustáceo que reina tanto en el sur como en el Levante peninsular. Aunque la gamba blanca y la roja son las variedades principales, los matices cambian drásticamente según su origen. No es lo mismo degustar la famosa gamba blanca de Huelva, de color rosado intenso y carne firme, que la de Motril, más pequeña y de cabeza oscura. Por otro lado, la de Santa Pola ofrece un calibre superior, mientras que la del Mar Menor, pese a su reducido tamaño, concentra una salinidad extraordinaria propia de las condiciones de la laguna salada.

Desde una perspectiva nutricional, este alimento es una fuente inagotable de yodo, esencial para el desarrollo de la glándula tiroidea y el correcto funcionamiento del metabolismo y los niveles de energía. Este mineral también fortalece cabello, piel y uñas, además de regular el colesterol. Sin embargo, paradójicamente, debido a su alto contenido intrínseco de colesterol, su consumo debe ser moderado en personas que ya padecen hipercolesterolemia. Aparte de esto, su aporte de selenio, magnesio, proteínas y vitaminas del grupo B y E lo convierten en un aliado para los tejidos nerviosos y musculares.

Clásicos de la cocina: la tortilla de gambas

Aprovechando este producto, la cocina tradicional ofrece recetas que nunca pasan de moda y que se consumen durante todo el año, generalmente como segundo plato. La tortilla de gambas jugosa es uno de esos manjares sencillos que no dejan indiferente a ningún comensal. Para su elaboración, se requieren apenas cuatro huevos, un cuarto de kilo de gambas peladas, perejil, aceite de oliva, sal y pimienta. El secreto reside en la técnica: primero se fríen las gambas un par de minutos en la sartén. Un truco de experto para elevar el nivel del plato consiste en añadir unas láminas de ajo durante este sofrito, otorgándole un toque excepcional.

En un recipiente aparte, se baten los huevos con el perejil picado y se salpimentan al gusto. Acto seguido, se incorpora el marisco a la mezcla y se procede a cuajar la tortilla en la sartén, buscando ese punto exacto de jugosidad. Es imperativo servirla inmediatamente para disfrutar de su textura.

Alternativas rápidas y contundentes

Cambiando radicalmente de registro, pero manteniendo la premisa de la rapidez y el sabor, encontramos opciones de inspiración internacional ideales para saciar el apetito en tiempo récord. Si la tortilla representa la tradición, el “toastie” de jamón y queso con doble cobertura es la evolución gourmet del sándwich mixto. Esta propuesta, que apenas requiere diez minutos de preparación —una velocidad envidiable para estómagos hambrientos—, funciona especialmente bien cuando se utilizan ingredientes de calidad o sobras de asados navideños.

La clave de este bocadillo reside en elevar la apuesta de los ingredientes básicos. En lugar de un queso estándar, la receta sugiere la combinación de Cheddar y Gruyère, aunque admite cualquier variedad que funda bien. Al jamón y la mezcla de quesos se le suma un elemento discordante pero necesario: los pepinillos. La acidez de este vegetal corta la grasa y la riqueza del queso, equilibrando el bocado. Al prepararlo, se busca que el pan quede crujiente y el interior fundido, creando una experiencia de texturas que demuestra que, ya sea con una tortilla clásica o un sándwich bien ejecutado, comer rápido no está reñido con comer bien.

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